Osamu
Tezuka. Ese gran desconocido nombre para una generación de otakus narutareros
que pillan el primer shonen de trescientos que aparecen en las revistas más
famosas, como la “shonen jump”, y lo toman como el manga que lo empezó todo.
Pero como suele pasar en la política, muchas veces no siempre resulta ser más
bueno aquello que elige la mayoría, y si la mayoría se pasa por la superficie
axilar uno de mejores autores de manga que ha conocido el mundo, yo prefiero
alejarme de ellos.
Tezuka
no creía estar revolucionando al mundo cuando trabajaba con su pluma.
Simplemente, hacía lo que más le había gustado de pequeño, dibujar. Y por ello,
de su mano solo podían salir obras de arte. Su talento daría nacimiento en Japón
una nueva forma de hacer animación, y al primer “anime” a color que se
transmitiría por las televisiones japonesas y de todo el mundo — Estoy hablando
de “Kimba, el león blanco”—.
Una de
las que voy a comentar, tiene el nombre de “Oda a Kirihito”, y de todas ellas,
esta quizá pertenezca a uno de sus mangas menos conocidos, que se acabó
perdiendo en el olvido, eclipsado por obras como Black Jack (que comentaré en más
adelante, cuándo me las vea), Astroboy, o Metrópolis.
Mi bautizo con este autor viene de la mano de
un drama médico, una historia adulta pero caricaturesca en la que el autor se
mete con la medicina y el ser humano. Una crítica mordaz, consistente, a una
profesión deshumanizada, y al racismo.
Argumento.
El protagonista
de esta historia, Osanai Kirihito. Un médico de medicina interna que se
enfrenta con su mentor en un esfuerzo por determinar cuál es la razón de una
terrible enfermedad —llamada enfermedad de Monmow—, al parecer, endémica, que
tiene lugar en un pueblo casi hermético, y que convierte a los pacientes en
perros, o algo parecido a una bestia o a un animal. Empieza con terribles
dolores de cabeza, y una consistente deformación del cuerpo con acortamiento de
huesos, hirsutismo, e hipoplasia de mandíbula. Al final, el afectado acaba por
tener unos irrefrenables deseos de comer carne cruda y sanguinolenta, para por
último, morir de insuficiencia cardiaca.
Su
mentor, el doctor Tatsugaura, está convencido que la enfermedad podría ser
infecciosa, provocada por un virus. Sin embargo, Osanai no cree que en realidad
esto fuera así, y se embarca en un viaje en busca de la verdad, sin saber que,
desde hace mucho, muchos conspiran contra él.
En el
pueblo, acaba conociendo a Tazu, una chica con la que es obligado a casarse, a
pesar de lo que en su hogar le espera su prometida original. Los pueblerinos le
encierran por alguna razón, y él acaba contrayendo la enfermedad. De alguna
manera, esta se paraliza, dejándolo deformado de por vida, teniendo que ocultar
su rostro perruno para no causar revuelo entre las personas, pero aún con
alguien con quien confiar.
Días
más tarde, mientras intentaba escapar del pueblo con Tazu, ella es violada y
asesinada. Y Osanai, decide continuar un viaje sólo, en busca de venganza,
donde conocerá a distintos personajes que reaccionarán de distinta forma al
verle, donde será vejado y humillado por su enfermedad y a pesar de ello,
continuando siendo médico para los que más lo necesitan.
Personajes.
Una
variedad impresionante para una historia tan corta. Cada uno con su propia
personalidad, tanto es así que es difícil encuadrarlos a todos en un
estereotipo de “malo” o “bueno”. Hasta el ricachón chino, cruel y despiadado,
un hombre que no duda en desparramar su dinero en espectáculos alocados, se
humaniza, y podemos llegar a comprender porque actúa de tal manera. Personajes
que aparentemente intentan ayudar al protagonista, luego no parecen tan
amigables. Y el propio Osanai, víctima de una desestructuración psicológica,
cae en la terrible impotencia, de no poder salvar a nadie. Esto sólo son
algunos ejemplos de la magnificencia del autor a la hora de crear verdaderas
personalidades con una pluma.
Dibujo.
“El
dios del Manga” es un titulo que ha sido reservado para este hombre, y ningún
otro lo podrá ostentar. El dibujo de Osamu era tan magnífico y renovador que
creó escuela, pero que aún, hoy día, sorprende. En esta historia el estilo
caricaturesco se mezcla a la perfección con una historia oscura y seria. Capaz
de hacernos reír, o de sentirnos mal.
Los
escenarios de un rico detallado atrapan al lector. Los perfectos dibujos de la
anatomía humana en las operaciones son increíbles, deduciéndose por lo tanto
que Osamu utilizó mucho para su talento del conocimiento que le dio la
medicina. Las estructuras anatómicas, junto a las explicaciones perfectamente
correctas. Osamu nunca necesitó de un asesoramiento externo para explicar, con
sumo detalle, procedimientos y enfermedades.
Consta
mencionar, por otro lado, las ricas metáforas relacionadas con el sexo y la
religión católica —sobretodo representado con una monja que contrae la
enfermedad—.
Crítica.
Sin
duda uno de los puntos más fuertes del manga es la crítica al sistema de salud
Japonés, a la discriminación, el racismo, y la más baja condición humana.
En la
obra se distinguen multitud de personajes que se refieren a los japoneses como
“amarillos”, y otros, que sólo ven en los enfermos de Monmow bestias terribles
que deben ser masacradas. Es curioso como muchas veces el protagonista enfermo
se ve obligado a gritar que es un ser humano, mientras le pegan palos de todas
partes, y lo tratan como un vulgar animal.
En el
transcurso de la historia, se ven muchas actitudes deleznables, como considerar
que la enfermedad no afecta a caucasianos. El doctor Tatsugaura, jefe de
servicio de medicina interna de un famoso hospital universitario, no acepta
segundas opiniones de estudiantes. Toma la enfermedad y a sus pacientes, como
un medio para catapultarse hacia la fama y el prestigio. Al final, acaba
traicionando a su mentor, alejándolo de la medicina por tener una enfermedad
mental, y llevando a su eterno rival, Osanai, al más absoluto infierno.
Conclusiones.
Muchas veces los personajes se ven en situaciones de auténtica impotencia. |
Aunque
poco conocida. “Oda a Kirihito” ha sido un genial manga para iniciarse en el
mundo de Osamu, que sin duda disfrutaré como un enano. Ganas tengo de coger un
poco de tiempo para probar sus obras más apetitosas, pero tiempo al tiempo.
Esto sólo ha sido el primer mordisco de un pastel más grande, así que os invito
a entrar en el mundo de Tezuka, donde, como la medicina y la vida, todo no
puede ser de color de rosa.
Muy interesante. Lo leeré. =)
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