jueves, 4 de abril de 2013

Mangas que leo: Oda a Kirihito




Osamu Tezuka. Ese gran desconocido nombre para una generación de otakus narutareros que pillan el primer shonen de trescientos que aparecen en las revistas más famosas, como la “shonen jump”, y lo toman como el manga que lo empezó todo. Pero como suele pasar en la política, muchas veces no siempre resulta ser más bueno aquello que elige la mayoría, y si la mayoría se pasa por la superficie axilar uno de mejores autores de manga que ha conocido el mundo, yo prefiero alejarme de ellos.

Tezuka no creía estar revolucionando al mundo cuando trabajaba con su pluma. Simplemente, hacía lo que más le había gustado de pequeño, dibujar. Y por ello, de su mano solo podían salir obras de arte. Su talento daría nacimiento en Japón una nueva forma de hacer animación, y al primer “anime” a color que se transmitiría por las televisiones japonesas y de todo el mundo — Estoy hablando de “Kimba, el león blanco”—.

Una de las que voy a comentar, tiene el nombre de “Oda a Kirihito”, y de todas ellas, esta quizá pertenezca a uno de sus mangas menos conocidos, que se acabó perdiendo en el olvido, eclipsado por obras como Black Jack (que comentaré en más adelante, cuándo me las vea), Astroboy, o Metrópolis.
 Mi bautizo con este autor viene de la mano de un drama médico, una historia adulta pero caricaturesca en la que el autor se mete con la medicina y el ser humano. Una crítica mordaz, consistente, a una profesión deshumanizada, y al racismo.

Argumento.


El protagonista de esta historia, Osanai Kirihito. Un médico de medicina interna que se enfrenta con su mentor en un esfuerzo por determinar cuál es la razón de una terrible enfermedad —llamada enfermedad de Monmow—, al parecer, endémica, que tiene lugar en un pueblo casi hermético, y que convierte a los pacientes en perros, o algo parecido a una bestia o a un animal. Empieza con terribles dolores de cabeza, y una consistente deformación del cuerpo con acortamiento de huesos, hirsutismo, e hipoplasia de mandíbula. Al final, el afectado acaba por tener unos irrefrenables deseos de comer carne cruda y sanguinolenta, para por último, morir de insuficiencia cardiaca.

Su mentor, el doctor Tatsugaura, está convencido que la enfermedad podría ser infecciosa, provocada por un virus. Sin embargo, Osanai no cree que en realidad esto fuera así, y se embarca en un viaje en busca de la verdad, sin saber que, desde hace mucho, muchos conspiran contra él.

En el pueblo, acaba conociendo a Tazu, una chica con la que es obligado a casarse, a pesar de lo que en su hogar le espera su prometida original. Los pueblerinos le encierran por alguna razón, y él acaba contrayendo la enfermedad. De alguna manera, esta se paraliza, dejándolo deformado de por vida, teniendo que ocultar su rostro perruno para no causar revuelo entre las personas, pero aún con alguien con quien confiar.

Días más tarde, mientras intentaba escapar del pueblo con Tazu, ella es violada y asesinada. Y Osanai, decide continuar un viaje sólo, en busca de venganza, donde conocerá a distintos personajes que reaccionarán de distinta forma al verle, donde será vejado y humillado por su enfermedad y a pesar de ello, continuando siendo médico para los que más lo necesitan.

Personajes.

Una variedad impresionante para una historia tan corta. Cada uno con su propia personalidad, tanto es así que es difícil encuadrarlos a todos en un estereotipo de “malo” o “bueno”. Hasta el ricachón chino, cruel y despiadado, un hombre que no duda en desparramar su dinero en espectáculos alocados, se humaniza, y podemos llegar a comprender porque actúa de tal manera. Personajes que aparentemente intentan ayudar al protagonista, luego no parecen tan amigables. Y el propio Osanai, víctima de una desestructuración psicológica, cae en la terrible impotencia, de no poder salvar a nadie. Esto sólo son algunos ejemplos de la magnificencia del autor a la hora de crear verdaderas personalidades con una pluma.

Dibujo.


“El dios del Manga” es un titulo que ha sido reservado para este hombre, y ningún otro lo podrá ostentar. El dibujo de Osamu era tan magnífico y renovador que creó escuela, pero que aún, hoy día, sorprende. En esta historia el estilo caricaturesco se mezcla a la perfección con una historia oscura y seria. Capaz de hacernos reír, o de sentirnos mal.

Los escenarios de un rico detallado atrapan al lector. Los perfectos dibujos de la anatomía humana en las operaciones son increíbles, deduciéndose por lo tanto que Osamu utilizó mucho para su talento del conocimiento que le dio la medicina. Las estructuras anatómicas, junto a las explicaciones perfectamente correctas. Osamu nunca necesitó de un asesoramiento externo para explicar, con sumo detalle, procedimientos y enfermedades.

Consta mencionar, por otro lado, las ricas metáforas relacionadas con el sexo y la religión católica —sobretodo representado con una monja que contrae la enfermedad—.

Crítica.


Sin duda uno de los puntos más fuertes del manga es la crítica al sistema de salud Japonés, a la discriminación, el racismo, y la más baja condición humana.

En la obra se distinguen multitud de personajes que se refieren a los japoneses como “amarillos”, y otros, que sólo ven en los enfermos de Monmow bestias terribles que deben ser masacradas. Es curioso como muchas veces el protagonista enfermo se ve obligado a gritar que es un ser humano, mientras le pegan palos de todas partes, y lo tratan como un vulgar animal.

En el transcurso de la historia, se ven muchas actitudes deleznables, como considerar que la enfermedad no afecta a caucasianos. El doctor Tatsugaura, jefe de servicio de medicina interna de un famoso hospital universitario, no acepta segundas opiniones de estudiantes. Toma la enfermedad y a sus pacientes, como un medio para catapultarse hacia la fama y el prestigio. Al final, acaba traicionando a su mentor, alejándolo de la medicina por tener una enfermedad mental, y llevando a su eterno rival, Osanai, al más absoluto infierno.

Conclusiones.

Oda a Kirihito 13a Página 7
Muchas veces los personajes se ven en situaciones de auténtica impotencia.

Aunque poco conocida. “Oda a Kirihito” ha sido un genial manga para iniciarse en el mundo de Osamu, que sin duda disfrutaré como un enano. Ganas tengo de coger un poco de tiempo para probar sus obras más apetitosas, pero tiempo al tiempo. Esto sólo ha sido el primer mordisco de un pastel más grande, así que os invito a entrar en el mundo de Tezuka, donde, como la medicina y la vida, todo no puede ser de color de rosa.