miércoles, 29 de julio de 2009

Debajo del mar... tan tan...!!

"I am Andrew Ryan, and I'm here to ask you a question: Is a man not entitled to the sweat of his brow? No, says the man in Washington. It belongs to the poor. No, says the man in the Vatican. It belongs to God. No, says the man in Moscow. It belongs to everyone. I rejected those answers. Instead, I chose something different. I chose the impossible. I chose... Rapture. A city where the artist would not fear the censor. Where the scientist would not be bound by petty morality. Where the great would not be constrained by the small. And with the sweat of your brow, Rapture can become your city as well."

- Andrew Ryan


Una noche no se porqué, empecé a soñar con una ciudad, una ciudad bajo el agua, a unas cuantas leguas de las costas de Islandia. Allí había una pequeña utopía, ahora destrozada, convertida en una ciudad de pesadilla. Los propios ciudadanos parecían, como la ciudad, estar encerrados en si mismos; blandían todo tipo de armas y se me abalanzaban para matarme mientras mascullaban por sus deformadas y grotescas bocas lo maravillosos que habían sido antes.

Todo aquel lugar solo representaba una titileante sombra de su propia espectacularidad; aún creo que se podían oir famosas canciones de cabaret de los antiguos años 50, spots publicitarios anunciando poderes suprahumanos que apelan a un futurismo increible en aquella burbuja de agua, ahora destruida; los carteles de vivos colores anunciando todo tipo de tiendas, publicidad, restaurantes y oportunidades para divertirse, geometrícos edificios repletos de algas y moho, figuras antropomorfas realmente majestuosas que se asemejan a míticos guardianes, todo rezuma una belleza esperpéntica que no podría esclarecerse sin que unos focos de luz la iluminen constantemente, realizando un movimiento pendular constante.



Soñé con la perversión un imposible deseo de perfección bizarro en Medical Pavilion, con un jardín del Edén debajo del mar, con el arte espeluznante de un artista demente que rezuma tristeza, y con un hombre con la cordura destrozada, esperando en su despacho que la utopía que el construyó renazca sola una vez más.

Tambien lo hice con espeluznantes niñas que estiraban la mano hacia mi pidiendo ayuda, con un trajecillo rosa y ojos amarillentos sin apenas expresión, custodiadas de niñeras totalmente acorazadas a los que no les quedaba ningún rastro de humanidad ni de sentimientos; eran simples victimas de una ciencia que no poseía los límites de la moral, de un objetivismo extremo y de una libertad sin gobierno y sin dioses, dónde sólo el hombre vivia para merecer su sudor y pisotear a los fracasados.

Sólo la melodía de un violín puede consolar el alma de un sitio olvidado y que se ha vuelto demasiado peligroso para disfrutar de él en la realidad.


¿Y sabéis qué? Este fin de semana espero poder soñar de nuevo con esa ciudad...