jueves, 11 de junio de 2009

¡Viva la ciencia!

La mejor manera de empezar un blogger es más que escribir un simple saludo, es hacerle ver al autor la filosofía de las palabras que uno va a encontrar en la página. Respecto a cómo saber describir los pensamientos de uno, no es una tarea fácil de llevar a cabo, pero por mi suerte, un escritor llamado Henryk Sienkiewicz (estos polacos y sus nombres...) supo constatar con bravo detalle mi pensamiento, más o menos, en boca del desaliñado maestro de uno de los dos protagonistas de "Hania" una novela de desamor que escribió para allá entonces:

- Ahora… sois hombres, hombres capaces… - nos dijo -. El mundo está a vuestros pies. Podéis divertiros, malgastar el dinero, comportaros como señoritos y amar… Pero yo os digo que todo eso son tonterías. Una vida parasitaria, sin ideas ni ideales por los que luchar, es ridícula. Para vivir razonablemente y para luchar con moderación hay que levantar la cabeza y mirar al mundo con calma. Y sólo creo en lo que toco, y os aconsejo que sigáis esta norma. Hay muchos caminos en la vida, e infinitos criterios, ideas y pensamientos, y todo se encuentra dentro de tal caos que es necesario tener la cabeza muy firme para no perderse. Pero yo me entrego al saber, y eso me basta. No me atraen las insignificancias; sé que la vida es tonta; pero esto no será la razón para que me enfrente a botellazos con nadie. ¡La ciencia es lo único que existe! Si no existiese, ahora mismo me pegaría un tiro. También comprendo que todos tienen derecho a hacerlo, y yo lo haría si fracasase en mis ideales. Pero… ¡Yo no fracasaré! Todo es engañoso, inconstante y traicionero. La mujer o al hombre a quien se ama puede ser infiel…, y en el amor más puro puede introducirse la duda… Pero esto no puede suceder en la ciencia. ¿Qué desilusión puede ofrecer la investigación médica al estudiar las reacciones del esófago a los infusorios? Investigando entenderéis que la vida es solo una comedia que debe concluir tarde o temprano. Y después está la nada. La ciencia es lo único eterno, lo único digno y perpetuo. Además, os dará la fuerza suficiente para andar con zapatos rotos, llevar andrajos y dormir en un mal lecho de paja. Son incomodidades que no tienen importancia. ¿Me habéis entendido bien?

- ¡A la salud de la ciencia! – gritó Selim, con los ojos iluminados.

- ¡Viva la ciencia!

Nuestro maestro se quitó con la mano unos rizos rebeldes, aspiró el humo de su centésimo cigarrillo y siguió con el discurso:

- Cercana de la ciencias exactas… Selim, tú estás borracho… Cercana de las ciencias exactas, digo, existen las filosóficas y la de las ideas. Con ellas hay materia para completar muchas vidas. Pero yo prefiero las denominadas exactas. De la filosofía, sobretodo de esa llamada ideorrealista, os diré que me mofo… No son más que simples habladurías. Corren en pos a la verdad como un perro que da vueltas intentando morderse la cola. Yo no puedo aguantar el cuchicheo insignificante; me gustan los hechos precisos. No hay quien saque queso del agua… En cambio, las ideas propiamente dichas son algo muy diferente. Por ellas vale la pena sacrificar la vida. Pero vosotros y vuestros padres seguís caminos ridículos. Esto lo afirmo yo. ¡Vivan las ideas!

[…] Yo creía en las palabras de mi maestro, pero tenía el presentimiento de que él no lo había expresado todo y que en el mundo no había otras cosas capaces de completar la vida de las personas. Con la incitación del vino y de mis juveniles ilusiones, me atreví a reclamar:

- ¿Y la mujer? ¿Acaso la mujer que ama y se sacrifica no significa nada?

Selim se puso a cantar:

Engaña la fea,

Engaña la bella;

Tú serás un tonto

Si crees en ella…

- ¡Ahora me vienes con sentimentalismos! – protestó. Selim será hombre mucho antes que tú. Tú serás presa del demonio. Anda con cuidado y no dejes que las faldas se crucen en tu camino. ¡Mujeres! ¡Mujeres! – exclamó parpadeando-. Conozco bien esa carga y, a pesar de todo, confieso que no me puedo quejar. Pero nunca olvido que si extiendes un dedo al diablo te cogerá todo el brazo. ¡Ah las mujeres! Todo el malproviene en que de las cosas más comunes creamos montañas. Si quieres divertirte como yo, diviértete… Pero no sacrifiques tu vida por ello… Hay que se rinteligente y no pagar con buena moneda lo que esta corrupto. ¿Es que piensas que me quejo de las mujeres? ¡Ni por asomo! Es verdad que me encantan, pero no me dejo cautivar por la imaginación. Me acuerdo de cuando estaba enamorado de una chica, creía que hasta su trajecito era algo prohibido, cuando en realidad era un percal corriente… Porque esta es la esencia de las cosas. ¿Acaso era culpa suya si permanecía en el fango, en vez de volar como los ángeles? ¡No! El tonto era yo por obstinarme en ver alas donde no las había. El hombre es un animal de poca inteligencia. Llevamos el alma repleta de ideales, y ya que amar es para nosotros una necesidad, nos apresuramos detrás de las primeras faldas que vemos y gritamos muy seguros: “¡Esta es!” Después reconocemos nuestra equivocación, nos entregamos a todos los demonios o nos volvemos idiotas de por vida…

- Pero usted reconoce que el amor es necesario – repliqué con voz baja -. Usted debe de sentirlo como los demás…

- Hay muchas formas de satisfacer las necesidades, y yo me avivo a mi manera. Ya he dicho que no le doy importancia a lo que no lo merece. Siempre actuo con serenidad…, pero he visto muchos casos de hombres y mujeres cuyas vidas han sido derrumbadas por las de su propia pareja, y por esto insisto en que no vale la pena estropear toda una vida por un sentimiento tan nimio como es el amor. […]

Fragmento de "Hania". De Henryk Sienkiewicz.

El libro en concreto pertenece a la trilogía: "The Little trilogy" y aún me pregunto porqué rayos no han valorado esta obra suya como sus más conocidas: "El jorobado de Notredame" y "Quo Vadis". Pero en fin, me contentaría con leer nada más el último libro de la trilogía: "Selim Mirza"


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