miércoles, 3 de agosto de 2011

Guía para agnósticos: Escepticismo y Existencia


Pues sí, una buena colleja me daría por no actualizar el blog muy a menudo. Digamos que durante estos meses me he permitido dejar de escribir para tomarme unas vacaciones, pero siendo ya agosto y estando casi llamando a mi puerta los exámenes que dejé para septiembre ya es hora de que os ilumine con mis insulsas opiniones sobre metafísica, filosofía, religión, medicina y discusiones que he tenido por ahí.
Y hablando de discusiones filosóficas. Hay algunos ateos débiles (dícese del ateísmo que se acerca al agnosticismo) que necesitan saber algunas lecciones sobre lo que es el escepticismo, y más aún, sobre que significa la existencia.

Tanto uno como el otro son conceptos muy difíciles de recordar y definir, con ciertos matices personales que le da a cada uno. La existencia no es exactamente lo que existe en el exterior, puesto que nadie sabe exactamente cómo es el mundo exterior sino a través de lo que se le ofrece por el córtex visual. Pero venga, metámonos de lleno con las increíbles paradojas que nos ofrece el pensamiento humano:

- Argumento ad ignorantiam: Según la lógica: sería inferir verdad o falsedad en aquello que no se ha demostrado su verdad o su falsedad. Yo, al ser ateo, y no creer en dios, estoy cometiendo un argumento ad ignorantiam ya que no ha sido demostrada la falsedad de dios y no puede ser conocida. No obstante, la lógica no es perfecta (por ello existen las paradojas), y se contradice con otro argumento del brillante filósofo: Bertrand Rusell:

- Analogía de la Tetera:   "Si yo sugiriera que entre la Tierra y Marte hay una tetera de porcelana que gira alrededor del Sol en una órbita elíptica, nadie podría refutar mi aseveración, siempre que me cuidara de añadir que la tetera es demasiado pequeña como para ser vista aún por los telescopios más potentes. Pero si yo dijera que, puesto que mi aseveración no puede ser refutada, dudar de ella es de una presuntuosidad intolerable por parte de la razón humana, se pensaría con toda razón que estoy diciendo tonterías. Sin embargo, si la existencia de tal tetera se afirmara en libros antiguos, si se enseñara cada domingo como verdad sagrada, si se instalara en la mente de los niños en la escuela, la vacilación para creer en su existencia sería un signo de excentricidad, y quien dudara merecería la atención de un psiquiatra en un tiempo iluminado, o la del inquisidor en tiempos anteriores".
En resumen. La religión siempre se ha basado en argumentos que son infalsables, de ahí la existencia de los llamados agnósticos. Sin embargo, Russell dice que el escepticismo tiene razones para desacreditar e invalidar estos argumentos ya de que un argumento infalsable se crea una ilusión colectiva que se transfigura rápidamente en una verdad absoluta.

La principal diferencia entre el ateo débil y mi opinión personal es que el primero considera las dos respuestas, yo considero la negativa en caso de no ser demostrada, y cuando así sea pues la afirmaré.
"¡Oh dios!" diría el agnóstico, no puedes decir que no a algo que no puedes demostrar ni conocer.
Esto es un problema muy gordo que tiene que ver con el concepto de existencia, para los agnósticos la existencia es todo aquello que se encuentra ajeno a nosotros. No señores, eso no es la existencia, la existencia es un concepto que cambia con la persona. La existencia se limita solo a lo que nuestro cerebro puede ser capaz de ver, oír, sentir con sus receptores de presión y tacto. Cosas que se pueden demostrar indirectamente con la limitada lógica humana. Los agnósticos consideran que podría ser verdad la existencia de cualquier monstruo absurdo que podríais imaginar leyendo esto y siempre considerarán la mínima posibilidad de que aparezca.

Lo cierto y lo realista es ver que nunca va a pasar. Yo tengo la absoluta certeza de que mañana no se me aparecerá un unicornio, de que el Dios católico no vendrá a darme unas tortas en el culo por escribir estas cosas, simplemente y llanamente porque no existe, nunca ha tenido cabida en mi conocimiento. Los argumentos agnósticos solo dan pié a que mucha gente siga engañándose a sí misma (y ya es hora de que acepte de que algunas personas necesitan engañarse a sí mismas para sobrevivir). Para que lo entendáis mejor, imaginemos que creamos una máquina del tiempo y nos desplazamos a una época donde no se había descubierto todavía América. En los mapas no aparecía el continente, porque no había sido descubierto, SU EXISTENCIA no había sido probada y los mapas NUNCA LA CONSIDERARON, nunca dejaron un huequito reservado para lo que hubiera o podría haber allí. Por aquel entonces se contaban muchas historias de tierras monstruosas, pero la gente que pensaba con más racionalidad (ejemplo: Colón) opinaba que la tierra era mucho más pequeña y a través del atlántico podría llegarse a las indias. Cuando se descubrió entonces se añadió a los mapas. Pero esperad, ahí van un par de ejemplos más:

- Un aldeano del medievo, jornalero y trabajador. Nunca había viajado, pensaba que lo único que existía eran las tierras donde trabajaba, su casa y poco más de los viajeros que le contaban.

- Seguramente mi existencia puede ser insignificante, por no decir nula, para cualquier desconocido del mundo.

- En el universo creado por J.K. Rowling: Harry Potter. Los "muggles" o la gente normal, desconocían y negaban la existencia de los magos. Tanto es este hecho que en el libro se ven muestras de rechazo por parte de la gente normal, tachando a los pocos que veían como "bichos raros". Esto también se ve en muchas películas y cómics, como X-Men. El negacionismo es el origen del rechazo, y del posterior odio de estas minorías de ficción hacia los humanos normales y corrientes.

- Si me encontrara con dios, lo primero que comprobaría sería mi nivel de consciencia. Si, por ejemplo, no he tomado algún estupefaciente ayer, me aseguraría de recordar si alguien me ha coló LSD en la copa.

¿Por qué entonces deberíamos considerar la existencia de dios, si no está demostrado? ¿Es que falsarlo es lo mismo que afirmarlo? ¿Es muy poco humilde y razonable demostrar un poco de realismo? ¿No es razonable negar aquello que no se demuestra? Para los agnósticos el mundo podría estar poblado por criaturas fantásticas, porque claro, no se puede afirmar, pero tampoco se puede falsar, porque no está demostrado. La honestidad no reside en no tener una respuesta; sino en tener una respuesta cambiante según vayamos conociendo. Lo que me diferencia a mí del resto del elenco de creyentes y agnósticos es que considero las cosas a su debido tiempo.

Cuando no creo, no creo al 0%.

¿Algún problema con ello? ¡Ay si, mierda! ¡Maté a Campanilla!

martes, 14 de junio de 2011

No he muerto...

Probablemente ya estéis pidiendo mi lapidación, pero os aseguro de que mi ausencia por el blog está más que justificada. Han sido unas semanas un tanto intensas desde mayo (y de paso... no tan productivas como lo fue marzo). El curso se acabó, y con ello los exámenes de junio. El tiempo apremia, y finalmente ya casi puedo tocar cuarto curso con los dedos, a pesar de que algunas asignaturas me necrosen los dedos del pie derecho y me obliguen a estudiar para septiembre. Todavía no está todo dicho. Pero por ahora estas son las que me acompañaran durante el verano:

-Fundamentos de Cirugía: Esta asignatura es soberbia y asquerosa, de pocos créditos, y de temario aparentemente fácil. El examen está repleto de preguntas ambiguas y otras con la que aprendes cosas nuevas (por ejemplo, que la bacteria más importante de nuestra zona bucodental es la Eikinella Corrodens o que el rituzimab se puede utilizar para el cáncer de colon). El hombre rana no me quiso aprobar porque un alumno de tercero debería ya saber cómo es el tratamiento de un politraumatizado y un quemado, pero claro, se le escaparon bastantes alumnos que aprobaron en su día el parcial y no tuvieron que afrontar estas dos preguntas a desarrollar. Veo muchas negligencias en el futuro... pero al menos ahora voy avisado.

-Farmacología: Tuve mala suerte, o subestimé esta asignatura, de ahí se puede derivar mi rotundo fracaso  al centrarme en el segundo parcial, el más difícil y homicida por antonomasia. Al parecer, centré todos mis esfuerzos en él dejando el tercero, pero lo que le valieron a los demás buenas notas,  a mi me valió un río de sangre antes de llegar a la meta. Ahora tendré que estudiar el tercero y volver a pringar los fármacos en agosto. Absolutamente perfecto.

-Anatomía Patológica: La amabilidad de nuestro tan entrañable personaje "Pototito" (apodo de uno de los profesores de la asignatura) parece algo de cuento; pues, a pesar de que nos pone exámenes tipo test, estos no resultan del todo tan fáciles como fue aquel legendario primer parcial a donde fueron solo 4 gatos (y aprobaron sin dificultades). Dicen que al final resulta bastante amable, pero al menos espero  no llevármela junto a las otras dos (y de paso explicar qué rayos es la "degeneración ameboide").

Y esto es todo lo que me ha pasado. El resto de asignaturas las he aprobado, y si no, resultan calderilla. Hasta la próxima y espero ponerme las pilas con las entradas.

lunes, 2 de mayo de 2011

Hospital "life": Cirugía para graciosos (2)



Hace ya unas dos semanas, antes de semana santa, acabaron las prácticas de patología, que no me dejaron con muy buen sabor de boca: el médico al que acompañaba cometió una absoluta negligencia en su praxis. El bacalao de profesional que estaba hecho el doctor no estaba para enseñar, ni para dar clases, ni para hablar concienzudamente con los pacientes y con los familiares, pero al menos nos sirvió de mal ejemplo: no hay que avasallar a los familiares de los pacientes, ni repetirles lo mismo 50 veces, tomándolo así por unos perfectos idiotas.

Pero eso ya fue agua pasada. Ahora estoy en el quirófano, al que ansiaba ir con todas mis ganas, y que sin embargo, aunque no dudo de lo interesante que son los procedimientos llevados a cabo, y tampoco de la impresión que me llevé nada más el primer día. Resulta bastante agotador estar de pié durante casi 3 horas mirando, sin hacer nada de nada a pesar de todo eso.

Por suerte, no todas las operaciones son así, pues depende mucho del equipo que esté trabajando. Además, puedo sacar varias anécdotas divertidas que ensalzaron mis días mirando vísceras y oliendo carne quemada.
La primera de ellas resulta en encontrarte por un pasillo recto, y al frente, un cartel amarillo bien grande que dice quirófanos, con una flecha roja apuntando a la derecha. Pues no, para los vestuarios tienes que ir a la izquierda, ir en dirección hacia la derecha donde dice un letrero: Cirugía Maxilofacial, y recorrer otro pasillo —este está repleto de pósters descoloridos con fotos que herirían la sensibilidad a más de un paciente— bastante largo hasta llegar a una zona restringida, donde tienes que pasar por los vestuarios obligatoriamente.

¿Qué a dónde lleva la otra dirección? Bueno, un día me perdí y fui por la derecha, luego, crucé un pasillo enorme para encontrarme con una sala de espera para pacientes, la sala del despertar, y por último, el ala psiquiátrica. Por lo visto, el Insular, hace honor a los laberintos de las leyendas y mitos, solo les hace falta el animal salvaje que cazaría a aquellos que tengan la desgracia de perderse por allí. Aunque me equivoco… sí que lo tienen, aunque no es un carnero bípedo sediento de sangre…

El Dr. Batracio —apodado así por sus dos grandes protuberancias en las mejillas y su boca bizarramente alargada— es el que dirige nuestro viaje por este mundillo, mandándonos en grupos a molestar a los cirujanos, metiéndonos de polizones en los quirófanos; y allí observamos, más o menos, como plantas de decoración con ojos, la forma de trabajar. El hombre nos dice que debemos estar a las 8:15 en la puerta de la secretaría de Cirugía General, pero él llega a la hora que le sale de sus mismísimas gónadas. Es sin duda un hombre bastante antipático, y con un claro síndrome de ambivalencia con clara paratimia: puede gritarte que no está enfadado mientras te baña la cara de saliva y agita nerviosamente su cara de un lado a otro. Por último, cuesta dilucidar cada vez que pide un “mosquito”, si se refiere al instrumental quirúrgico o algo para comer.

Este no es el único personaje del quirófano, este lugar está lleno de enfermos mentales sedientos de humor negro y alguno con ideas políticas bastante curiosas. Nada más entrar en el vestuario de hombres —no he tenido ninguna información clara sobre el de mujeres, pervertidos— te encuentras con algo que te hace sangrar la vista: la bandera de España en su pleno apogeo franquista. Eso te hace pensar de qué calaña pueden estar hecha los cirujanos, sobre todo después de algunos comentarios fachas que alguno escupe al vestirse con el pijama verde.

Cuando entras en un quirófano, piensas que estás en algo muy serio. Y en realidad todo lo que hay en él son cosas serias: el monitoreo, las vía principal del paciente, la maquinaria del bisturí eléctrico… sobretodo la mesa que una de las enfermeras empieza a preparar, con todo el instrumental.

La distancia de seguridad para no contaminar la mesa es la normal. Simplemente, no toques el mantel que la recubre y menos lo que lleva encima, pero para algunas enfermeras hipocondriacas no bastarían ni billones de kilómetros de separación, pues para ellas, el sólo mirarlas pueden contaminarlas con algún mal de ojo que alguna gitana te haya puesto. En efecto, me cayó simpática una de estos personajillos, al que voy a llamar “la enfermera caníbal”. La mujer era bastante vivaracha y no dudaba en bromear con otra, que tenía una extraña estereotipia que supone pronunciar con amaneramiento la palabra “divina/o”—en la próxima operación contaré las veces que lo dice—.

A esta pobre mujer la llamé de esta manera por muchos de sus comentarios al final de las operaciones, donde observaba las piezas extraídas, con deseo en sus ojos, y decía querer llevárselas para algún asadero, o que quedarían muy bien en tostada. Era bastante agarrada puesto que le dije que podría compartir conmigo un poco, y se quejó por ello.

Otros cirujanos dignos de mención son el Dr. Sansón y “Super Mario”. El primero de ellos sería el que más se preocupa por que aprendamos un poco de nuestro sufrimiento, pues en muchas de las operaciones, junto al Dr. Batracio, nos ayudaba explicándonos los procedimientos que hacían e incluso nos ayudaba un poco para mirar y no estar perdidos.  El segundo… bueno, creo que debería hablar de él, ya que no me dejó muy buena impresión la primera vez que estuve en una operación, puesto que en esta, sí se podría decir que fue una pérdida total de tiempo.

Este “mostachudo” personaje, lejos de ser tan vivaracho con quien lo comparo, sólo se ha ganado este apodo por apenas alcanzar el 1.60 y por su feo bigote y no por el buen carácter del original. En sus operaciones se trae música clásica para oír, y pasa de los estudiantes como si fueran fantasmas —y fantasma me gustaría ser, para hacerle la vida imposible a este inepto—. No llegué a ir a la clase que daba el hombre este, y es una pena, pues tuvo la mala suerte de coincidir con el periodo de novatadas, en los que se hacía mucho ruido en nuestra facultad, algo que la rigidez mental y el poco humor que brilla en su ausencia, no fue capaz de soportar.

Ahora bien, resumiendo un poco mi experiencia —que aún me queda—, no me gusta el quirófano, ni la cirugía. Es una ciencia médica objetiva, en la que el paciente viene, se anestesia, y no pasa nada más a ser un simple objeto que se maltrata, de forma literal. Pues sí, podría ser interesante, y al menos la cirugía menor puede ser útil para mí, para suturar heridas cuando sea necesario. Pero trabajar, sólo trabajar con cuerpos anestesiados es algo que no quiero para mi futuro. Hay momentos en los que tanto como el anestesista y el cirujano hablan con el paciente antes de operarle, o todo el equipo ayuda para que este, antes de caer en un profundo sueño, se sienta un poco mejor. Pero hay otros en los que se pasa un kilo: anestesia, y a empezar a pinchar venas y arterias como un poseso.  Puede que el Propofol, además de producir sueños eróticos, y sumir al paciente en un profundísimo sueño, sirva también para que el paciente no sea testigo de las cosas tan horribles que se le está haciendo a su cuerpo.

En definitiva, que esto de las prácticas de cirugía sólo me va a servir para saber que no estoy hecho para ser cirujano, sino que estoy hecho para pelear con ellos para que operen, cuando tengan que hacerlo.

viernes, 1 de abril de 2011

Hospital "life": Un paseo por Medicina Interna (1)



Han sido unos largos años de duro estudio, de calderilla, de continuas visitas a la biblioteca, que ya casi podría considerarse mi segundo hogar. Pero finalmente, a uno siempre le llega la hora de pisar el terreno dónde se moverá durante toda su vida, y en estas tres semanas he tenido la oportunidad de conocer cómo trabaja el servicio de Medicina Interna, por esos recónditos pasillos y habitaciones del Hospital Insular.

Si bien los primeros días, al habituarme, habían sido un poco más difíciles de llevar, me he dado cuenta durante todos estos días, que echare de menos estar allí explorando pacientes, haciendo historias clínicas cuando hay nuevos ingresos, seguir al residente y al médico como un perrito faldero. Durante esta nueva etapa, he conocido a muchas personas, visto las reacciones de numerosos familiares, observando cómo los enfermos languidecían en las camas, a veces sin remedio, y otros con tanta suerte para salir de allí. He tenido la oportunidad de aprender de residentes, y de gente que se encuentra en la recta final de la carrera.
He tenido la oportunidad, no sólo de darme cuenta cuales son los principales problemas de la sociedad, y de las consecuencias que tiene la diabetes mellitus, el tabaco, el sedentarismo, el alcohol y la HTA en la salud de las personas; sino de cuáles son los fármacos más utilizados para el tratamiento de la mayoría de los pacientes, pues, no existe historia clínica que en que no sea prescrito un antibiótico, un antidiabético o un profiláctico contra la trombosis.

El servicio de Medicina Interna, el sitio dónde estoy rotando, se encuentra en la séptima planta del hospital. A ella acuden todos los médicos para reunirse por la mañana y luego pasar planta por todo el hospital, para los pacientes que tienen asignados. Entre ellos se encuentran el residente y el médico que se encargan de nosotros: se trata del Dr. Futbolín (llamado así por hacer la hazaña de participar en un equipo de fútbol y compaginarla con la medicina) y Señor Coagulación, un hombre cuyo sobrino, el muy cafre, se escapa de las clases que da su tío, quién sabe con qué objetivo. El hombre está haciendo un máster en coagulación, y se asegurará de que tanto el residente como las dos estudiantes de sexto se sepan al dedillo los complejos mecanismos de la formación de mallas de fibrina. Y así está él, amnésico y olvidadizo, sin recordar las cosas que ha dicho hace dos segundos, pero siendo amable tanto con los pacientes que con los familiares, a los que explica, con pelos y señales, el estado en el que se encuentra el paciente. En las sesiones clínicas da a los demás médicos una aburrida introducción de la fisiopatología hepática para explicar un simple caso de intoxicación hepática por sobredosis medicamentosa. Se pelea con el radiólogo midriático —que podría considerarse el “Maese Betancor” del Insular—, efusivo y molesto por perder el tiempo, decide divertirse picando a nuestro hombre, que empieza a abrir y cerrar la boca como un pez respirando: Totalmente recomendable para ver…

En cuanto al amante del fútbol y de la pesca, es un jovenzuelo en su primer año de residencia y aspirando a ser un orgulloso médico de familia. A pesar de su supuesta novatez, la gente suele confiar en él y dejarle con una relativa libertad para tratar a los pacientes. Sabe mucho, y bromea mucho también; al corregir las historias clínicas es bastante suave, pero exigente con lo importante, y jocoso al tratar con los errores de un humilde estudiante de tercero haciendo sus primeras historias. Bien dicen que la medicina es una amante acaparadora pero él sigue siendo fiel a su esposa: el fútbol.

Por último, las dos estudiantes de sexto, que aparecieron sorprendiéndonos la segunda semana. Una de ellas es estudiante de la ULPGC por seis años ya, una de las que se encuentran cómodas en una pequeña isla —mientras que otros la consideran una cárcel rodeada de agua— y otra chica que viene de fuera, del norte de la península, en un lugar dónde aún conservan un antiguo idioma que guarda sus raíces en un lenguaje prerromano. La muy pájara no escatima en reírse de mis errores y metidas de pata —algo recíproco— pero, en el fondo, resulta ser alguien muy agradable.

Conmigo se encuentra también otro compañero de clase, y juntos, hasta ahora, hemos intentado trabajar en equipo. Aunque no solo somos dos, sino seis, contando con todos los personajes que os he ido contando y que forman parte de esta nueva historia de mi alegres desventuras en una carrera, que deja respirar muy poco; pero seguro, que es por el bien de los demás.




jueves, 10 de marzo de 2011

Vida Estudiantil: Bocaseca microbiología!


Esto era un 9 de marzo de 2011, me levanté por la mañana. Como siempre, desayuné delante del portátil mientras miraba el correo, el blog, y el periódico virtual “20 minutos” para mantenerme bien informado. Todo parecía normal aquel día de mañanas supuestamente libres —donde quedarían las prácticas de radiología, y yo esta asignatura la hice el año pasado—, pero una cosa había bien diferente.

Tras un periodo de relax, un pequeño almuerzo, y unas charlas con mi cómplice llegué al lugar indicado, dónde se concentraban las pocas personas que habían podido pasar los dos primeros e infernales parciales de microbiología, y ahora nos estábamos enfrentando a un examen oral: el final.

Personalmente, yo había aprobado con un poco de dificultad estos parciales, el primero de ellos logré sacar más de un cinco, pero para que me lo aprobaran debía de sacar más de un cinco en el más sustancioso, que era el segundo: bacteriología. Pues llegó entonces que me aprobaron los dos y con un poco de suerte pude acudir al oral.

Mi clase, característicamente no se anda con tapujos, y de muy buenas maneras la gente no se esfuerza sólo en ir al límite sino de llevar a los demás también y dejar este examen final bien cerca de los últimos seminarios sólo para tener más tiempo para el último de patología. Menos mal que al menos, en esta asignatura de la que os hablo, tenemos profesores que saben pensar con claridad, no cómo lo haría un estudiante de medicina con mucho dinero y memoria.

Pues nada, allí estábamos. Los tres profesores no se hicieron esperar, estaban dispuestos a realizarnos el examen,  y nos hicieron entrar a todos, dándonos la posibilidad de grabarnos así como de quedarnos allí dentro y escuchar al compañero que iba a ser examinado.

En un acto de compañerismo —todos lo agradecimos— todo el mundo salió afuera, y allí esperamos impacientes a que llegase nuestro turno, que iba por orden.

Finalmente, me llegó el turno. Nada más entrar uno de ellos (al que llamaré Doctor Voz Potente) me cuestionó lo siguiente:

—¿Tú eres Fernández González?

—No, soy Francisco González — contesté confundido.

—Pues eso: González. Siéntate, siéntate aquí —. Había una silla justo delante de una mesa rellena de hojas, a mi izquierda se encontraba todo el proyecto docente, también una hoja con los huevos principales de todos los helmintos (parásitos llamados comúnmente gusanos). Delante tenía a los tres, todos muy serios: al Gracioso con playeras, Voz Potente al centro, y con una mirada solemne, la esposa de Maese Betancor.
El buen hombre meció las pequeñas pelotitas de madera, sacadas de un bingo y colocadas en una pequeña cajita. Cogí una de ellas casi como un autómata y en ella ví el número 48: el tema de los nematodos.

—Nematodos… —dije, como si quisiera confirmarle a mi mete en lo que tenía que pensar.

Entonces habló la señora con mirada solemne, y no dudó en preguntarme el maldito bicho:

—Bueno… dime lo que sepas sobre el "Strongyloides Stercolaris"

En aquel momento de tensión poco pude pensar sobre las generalidades que no sean las obvias.

—Pues… esto… es un nematodo… un gusano. Tiene una longitud bastante grande…

—¿Grande? ¿Cuánto de grande?

—¿11 mm.? — respondí inocentemente.

—Pues no… en realidad es bastante pequeño, la hembra mide 2 mm.

Juro que pensé que no iba a aprobar el examen y recordar nada más, pero por otro lado, en mi mente consiguió aflorar una voz que me dijo que le hablara del ciclo, que de aquel que me había preguntado, era lo que más me sabía, y así fue como se lo dije todo más o menos bien.

—¿Y qué hay del tratamiento?

—Ehm… ¿Praziguantel?

El silencio de la profesora me hizo saber que no estaba en lo cierto.

—Albendazol, Mebendazol…

—Sí… pero hay uno más específico…

En aquel momento y desde aquí le diré a todo el mundo que voy a agradecer lo que se me pasó por la mente aquel día y en ese segundo, pues sólo una palabra era la que debía responder para dar la respuesta correcta:

—Ivermectina.

La profesora lo confirmó, y el júbilo llenó mi cuerpo en aquel momento, mientras, Dr. Voz Potente me colocaba delante un folio con dos fotos. Las contesté bien y por fin terminó el sufrimiento, salí de allí con la boca seca, hecho un manojo de nervios, pero todo acabó bien al final. El profesor anunció que todos los que estábamos allí salimos airosos del examen y s oyeron algunos gritos de júbilo, entre ellos, el mío fue más alto.
Siento que necesito alcohol para celebrarlo…

martes, 8 de febrero de 2011

Siguiendo con lo de Wikileaks...



Hace ya bastante me vino un amigo indignado con el tema este de WikiLeaks y el grupo de los Anónimos, de los cuales, algunos de ellos, hackearon hace semanas las páginas de PayPal, Mastercard y otras, que le denegaron sus servicios a Julian Assange, polémico personaje fundador de WikiLeaks.

Los argumentos de mi colega -el cual de pasarse poco por este, mi querido blog, solo se ha quedado con algunas de mis expresiones vulgarmente redundantes- ha sido el mismo de uno de mis lectores.  Es decir, ¿Podría utilizarse la información puesta en WikiLeaks como peligrosa, empleándola algunos países enemigos de EEUU contra ella?

La información publicada en WikiLeaks data muy lejos de ser peligrosa, los supuestos informes que se publicaron, al menos, la mayoría, son de cables diplomáticos y la opinión de EEUU sobre ciertos países. Muchos de estos cables revelan mucho sobre la poca honradez de los políticos y de que se beneficia mucho más las grandes empresas que a los ciudadanos del país.

En el caso de que hubiere algún informe relacionado con los militares que le pudiese ser útil a otros países en el supuesto caso de que estuviésemos en guerra con ellos es muy poco probable, pero claro, no sé qué tipo de guerra nos daría un hombre moribundo y cegado por sus extremistas ideas del que solo se ha publicado en enero del 2010 una imagen virtual de cómo sería su aspecto.

Hace poco también me entere por el “20 minutos” que aunque los cables están totalmente difundidos al público, los propios militares y funcionarios de EEUU tienen totalmente prohibidos mirarlos. De aquí se podría sacar una divertida paradoja, y la verdad, no sé a dónde rayos irán a parar los militares si ni ellos pueden saber las localizaciones de sus bases o los alijos de armas supuestamente secretas.

Lo vuelvo a repetir, la información no es mala, todo el mundo tiene derecho a ella. Que la mínima posibilidad de que uno o dos locos de mierda puedan usarla en contra de EEUU no le quita el derecho a millones de personas a saber la verdad, así que ese argumento de: “algunas cosas es mejor no saberlas” no me sirve.
Además, más que por cables militares, la polémica de WikiLeaks no surgió por los cables diplomáticos publicados masivamente hace poco. Aunque como he dicho en la anterior entrada sobre este mismo tema, dado que cualquiera puede publicar allí los documentos, igual que se publica sobre EEUU, podría publicarse sobre Corea del Norte si la poca gente con cerebro de allí tuviese un poco de libertad. WikiLeaks no es aliado de ningún país.

Las últimas filtraciones fueron las siguientes:

22-9-2010. WikiLeaks hace públicos los Irak War Logs (Documentos de la guerra de Irak), 391.831 informes filtrados desde el Pentágono en los que se revela, entre otras cosas, el uso de torturas y la cifra de 109.032 muertos (66.081 de ellos, civiles). La filtración se hace a través de la página de la propia WikiLeaks y de las ediciones digitales de The Guardian, The New York Times, Le Monde, Der Spiegel, Al Jazeera y elBureau of Investigative Journalism.

28-11-2010. WikiLeaks filtra a la prensa internacional 251.187 cables, o comunicaciones, enviados entre el Departamento de Estado de EE UU (equivalente al Ministerio de Asuntos Exteriores) y sus embajadas por todo el mundo. Son los llamados Papeles del Departamento de Estado, y se trata de la mayor filtración de documentos secretos de la historia.  Las filtraciones revelan informaciones de todo tipo, desde comentarios oficiales sobre guerras, conflictos y luchas geopolíticas y diplomáticas actuales, hasta detalles sobre las personalidades y los hábitos de mandatarios, casos de corrupción, presiones a empresas, negociaciones secretas…

No veo aquí nada que, en principio, pueda ayudar a Bin Laden a saber las coordenadas exactas de dónde se encuentra la ciudad de Nueva York para enviar sus misiles y otros artilugios de destrucción masiva. Aunque tampoco es que pueda servir de mucho, ya que si nos informamos de lo que en REALIDAD es WikiLeaks:

“WikiLeaks ("Wikifiltraciones", o "Wikifugas", en castellano) es una organización mediática internacional sin ánimo de lucro que publica a través de su sitio web informes y documentos filtrados con contenido sensible en materia de interés público, preservando el absoluto anonimato de sus fuentes.

La organización se ofrece a recibir filtraciones que desvelen comportamientos no éticos por parte de instituciones, con énfasis en los gobiernos de países que considera tienen regímenes totalitarios o llevan a cabo políticas entendidas como injustas, pero también acerca de empresas u organismos religiosos.”

En definitiva, decir que hay que poner un filtro en WikiLeaks es considerar la mínima posibilidad de que esa información sea fatal para la humanidad, ya que estamos en guerra, igual que con el cáncer y el mieloma múltiple. Igual, yo también podría revelarle a los pacientes la mínima posibilidad de que un aumento de la IgA monoclonal benigno en el proteinograma puede degenerar en un mieloma múltiple, un tipo de cáncer de médula ósea con tal mala ostia que responde fatal hasta al tratamiento con agua bendita y “padre nuestros”. Pero claro, todo es cuestión de principios y ética, y yo no le robaría la esperanza al paciente, y de mucho menos de aquellos que no tienen porque padecer esa terrible enfermedad. Del mismo modo no le robaría el derecho de la gente a conseguir un lugar donde puedan recibir información sin las filtraciones que ya abundan por los medios tradicionales.

Lo de “Anonymous” le puede parecer una gilipollez a mucha gente, igual que el día del orgullo gay pueda parecer que ellos mismos se están distanciando de la normalidad. Pero para mí, más que una gilipollez, me resulta una llamada de atención. Una llamada de atención hacia la libertad de expresión, y sobre todo a tener la libertad ser tú mismo.

Páginas webs:


http://213.251.145.96/index.html

viernes, 28 de enero de 2011

ACAI, laberinto pediátrico, y Navidad

Esto es una entrada que estaba programada para poner durante las navidades, pero por falta de tiempo y exámenes de Enero he tenido que retrasarla hasta ahora, mil perdones. Por otra parte, me gustaría que quién fuera que se pasase por aquí se abstenga de realizar comentarios que contengan palabras malsonantes, o demagogia cristiana típica de "troll"... ay dios menos mal que activé la moderación de comentarios...





Aunque nuestras técnicas de combate sean solo nuestra habilidad para realizar manualidades, y nuestras armas sean los juguetes, los folios y algunos utensilios para pintar. Lo nuestro podría considerarse una verdadera guerra. Una guerra contra el efecto que tienen las enfermedades sobre los niños, quienes le quitan su felicidad, sus ilusiones y sus sueños.

Lo nuestro son aquellas escaramuzas de la vida diaria, nos esforzamos en algo distinto a conseguir unos créditos de libre configuración. Ponemos toda nuestra alma en ser útiles en un pequeño rinconcito del fastidioso laberinto del Hospital Materno Infantil de Las Palmas de Gran Canaria.

El Materno Infantil (centro hospitalario para niños y maternidad que a partir de ahora nombraré como el laberinto pediátrico) es un viejo edificio que se alza ante otros edificios que se encuentran a su alrededor. Está actualmente en reformas y tiene varias entradas. Por dentro, sus intrincados pasillos y algunas de sus habitaciones vacías pueden llevarte a ninguna parte, Mordor y hasta Narnia. Las viejas enfermeras que pululan por el lugar dominan el laberinto tal y como el minotauro domina lo suficientemente el suyo para perseguir a los desgraciados que osen entrar. Uno que conociera el materno por dentro (y algunos dirían que el Negrín también) sería capaz de superar el laberinto del fauno con los ojos vendados y los pies encadenados.

Tras mis comparaciones hiperbólicas, cuando entras por la vieja entrada en el materno se pueden ver relativamente bien los ascensores que te llevan a las demás plantas. Cuando te plantas en la sexta y caminas hacia la izquierda te encontrarás de cara con obstretricia. Pero justo a la derecha, y evitando a un celador enorme y con cara de muy pocos amigos, se encuentra una pequeña puerta que ciertas horas se encuentra entreabierta para recibir a cualquier niño enfermo (un máximo de 5 por favor…) donde por unas dos horas podemos entretenerlo y dejar que se olvide por un momento del motivo por el cual se encuentra en un entorno tan hostil, de color de rojiblanco, y con forma de aguja. Bueno, todo eso, si a las enfermeras están por la labor de subirlos y nosotros con las ganas de bajar a las plantas.

La ACAI (Asociación Canaria de Ayuda a la Infancia) es una organización que se nutre principalmente de voluntarios universitarios. En ella ayudamos a los niños a sobrellevar su enfermedad simplemente mediante el juego, un instrumento de por sí bastante útil para compartir emociones alegres, entreteniendo y de paso haciendo algunos amigos.

Cada día acuden voluntarios que han sido asignados a diferentes días, y allí hacemos diferentes actividades, la mayoría de ellas son manualidades, pero en esencia se reduce a lo que el niño, en caso de que tenga suficiente confianza para ello, deseé hacer.

En estas fechas tan señalizadas en los que algunos celebran el nacimiento del chaval de aquel que no existe, los únicos que todavía guardan un poco de ilusión sobre la fiesta más consumista de la historia, además de los grandes empresarios (no creo que sus dependientes estén contentos de trabajar por la madrugada), son los niños. Por eso es esencial recordar a aquellos que se encuentran en el hospital durante estos días, que siempre habrá alguno, lamentándolo mucho.

Por eso, aquel día decidimos dar una alegría a los pequeños, y planeamos sobre la marcha un pequeño recorrido “Papanouelístico” (perdonad mi neologismo, estoy jergafásico hoy…) por la mayoría de las plantas del materno, con el objetivo de regalar un poco de ilusión a los niños hospitalizados. Sin embargo, nadie nos había dicho que en el último momento se presentaría el organizador de la ACAI con dos trajes, uno del simpático rey mago: Melchor, y otro de humilde paje. No sé que pensé, en ese momento, para levantar la mano una vez preguntaron por quién se presentaría de paje, pero lo hice. Y a partir de ahí empezaría una historia en el hospital en el que estuvimos más de lo esperado y encontramos reacciones de todo tipo: primero de sorpresa, luego de alegría; de vez en cuando, asomaba alguna sonrisilla, y por las ventanas los niños nos señalaban. Las madres intentaban sonreír con sus bebes enfermos y prematuros entre sus brazos, una niña con chapetas malares hizo lo mismo… qué graciosa era. Otros en cambio, se alejaban tímidos y se escondían detrás de las piernas de sus progenitores, otros, más mayores, se dedicaban a reírse con nosotros y a aprovecharse de que algo diferente pasaba por sus habitaciones. Algunos lloraron confundidos.

Total, que, después de terminar de repartir todos los regalos que habíamos comprado, nuestro jefazo nos citó de nuevo a una de las plantas más altas, donde se encontraban algunos de sus familiares, quienes nos dijeron que nunca parásemos de hacer cosas como esas. Aquello me subió bastante la moral: sabía que estaba haciendo algo bien, algo diferente y noble, quizá no demasiado, pero espero que haya sido lo suficiente para poder animar aunque sea un solo niño.

En cuanto a la foto, es una pequeña reseña de cómo nos gustaría que fuese en realidad el laberinto pediátrico que, aunque supongo que eso solo roza los límites de la utopía, siempre es gracioso trabajar por ella. Lo único que habría que hacer es avisar a los médicos y a las enfermeras de ponerse las máscaras antes de atender a los chiquillos. Ojalá fuera tan fácil…