Bueno
venga, el primer temita post-examinil, y encima lo empiezo después de un examen
de ginecología bien completito. Antes y después del ansiado evento estuve
navegando por el 20 minutos —algo que suelo hacer como mantra de relajación,
leer periódicos digitales— y encontré una noticia de un ex-cura gay que salió
del armario y al hacerlo tuvo que huir de sus jefes, desgraciadamente más
conservadores que él en este aspecto.
Después
del examen, aparentemente sin nada que hacer, acompañando a mi cómplice, decidí
investigar un poco más sobre este tema, que al parecer ha sido durante un
espacio corto de tiempo de algunos reporteros del 20 minutos. Algo de lo que ya
se estaban quejando muchos de los trolls que pululan por el lugar.
Vamos a
hablar un poco de homosexualidad.
La
homosexualidad es una tendencia sexual del ser humano como cualquier otra, y
que la sociedad no ha atinado bien en reconocer como algo normal. Como siempre,
la Iglesia ha sido el colectivo que menos la ha aceptado y por un buen tiempo
fueron perseguidos y marginados, hasta que por fin, en 1969, se celebraran las
primeras marchas a favor de sus derechos.
Aunque claro, las manifestaciones que una vez
se celebraron y fueron llamadas “gay pride parade” distan mucho de las
coloridas cabalgatas que se celebran hoy en día. En las marchas de ahora se
enarbola la bandera arcoíris y un concepto estereotipado del homosexual.
La
bandera arcoíris sustituyó al triángulo rosa, quizá, por ser el método que
utilizaban los nacionalsocialistas nazis para distinguir a los homosexuales. El
primer diseño fue realizado por un hombre en una marcha del 1978, y desde ahí,
se popularizo para utilizarse en casi todos los eventos empezando en 1979.
Se
supone que la bandera representaba, al menos para el creador original, una
idea para cada color; por ejemplo, la
naturaleza está representada con el verde, la curación con el naranja, etc. La
verdad es que yo le encontraría más relación esto con el movimiento “hippie”
que con los homosexuales; no obstante, esta filosofía se perdió, y ahora, todo
el mundo asocia un arcoíris con lo homosexual.
De
hecho, la celebraciones del orgullo LGTB, ya repartidas en todo el mundo, en
una sociedad donde los sectores más cultos ya lo respeta como una orientación
sexual normal, han pasado a ser un excéntrico y apoteósico espectáculo, de
carácter turístico, que no hace más sino amenazar la existencia del individuo
homosexual, como alguien normal y corriente que vive su sexualidad como quiere.
En un afán por gritar por sus derechos, y por defender su identidad —que me
parece una cosa genial— muchos pecan de apartarse de la integración, y acaban,
desgraciadamente, identificándose con estereotipos.
En pos a la defensa del cura reprimido homosexual.
La
Iglesia siempre ha pecado de intransigente con todo aquello que amenace sus
antiguos y estáticos ideales. Tan hipócrita como siempre, se preocupa más
porque una pareja de chicos se besen, más que por las enfermedades venéreas que
azotan África, y por inculcarle un poco de sentido común a los feligreses —no
demasiado, que hay que mantener un mínimo de gente creyente para que haya
religión—.
Aún
así, 20 minutos nos enseña que ambos ámbitos no están muy separados entre sí, y
hay algunos curas y monjas que en vez de reprimir sentimientos heterosexuales,
los reprimen de sentido homosexual, como si haya alguna diferencia en eso.
En un
intento por compaginar un poco su atracción física por las personas del mismo
sexo, con el absurdo celibato que llevan, los muy listos llaman su estado como
si de una afección psiquiátrica se tratase: “tendencia homo-afectivo-sexual” lo
llaman… ¿Y los curas heterosexuales que tienen? ¿Una “tendencia
hetero-afectivo-sexual”? No, claro… ellos sólo son sacerdotes pervertidos.
Se
reúnen cual secta, con nombre y todo, a leer la biblia y recordar que son gays
reprimidos. Piensan que eso les impedirá sentirse mejor, pero yo no los veo
exigiendo en que se plantee una derogación del celibato.
Superconfesiones
Una de
las confesiones anónimas que nos ilustra en la página habla de un hombre de 47
años, homosexual y religioso, que lleva una relación secreta con un amigo a la
vez que sermonea a sus feligreses en la parroquia. Se siente mal, y es normal.
No tiene que ser muy gracioso vivir en represión, pero claro, siempre sienta
bien encontrar a gente tan desgraciada como tú. Esto puede compararse a
aquellas asociaciones de enfermos en los que uno comparte sus desgracias con
los demás, pero al final, acaban alejándose de la sociedad, identificándose con
su propia enfermedad.
Otra
confesión, de una monja. No tiene desperdicio. Pues la señora afirma que su
homosexualidad no es el “mal”, ella dice que “Si Dios me ha hecho homosexual, será por algún motivo”. Pues
claro, tonta, Dios te ha hecho así para controlar el crecimiento la población, que
ya vamos a llegar a los siete mil millones…
Esto es
completamente absurdo, es una vil treta y un engaño a sí mismo. Sólo nos sirve
para comprobar lo mucho que cala la religión en la mente del ser humano. Son
gente que se lame las heridas pensando que su creencia es totalmente incompatible
con su “inclinación sexual”. Gente reprimida consolando a gente reprimida. Se
ocultan, celebran misas homosexuales a espaldas de sus “jefazos”, leen biblias
con marcadores multicolor… y encima, afirman que su religión NO es homofóbica,
cuando viven marginados y ocultos, sin ser ellos mismos, por temor a que los “sancionen”. Eso es tener
dos pares de huevos, o ser un iluso.
Unos defienden que Dios les ha hecho homosexuales... otros dicen que Dios los odia... En algo sí que vamos a tener razón: Dios es bipolar. |
Lo que
deberían hacer, es no ocultarse y asumir las consecuencias de ello, darse
cuenta de que la Iglesia no es más que una institución represora, y que muchos
de sus integrantes, homofóbicos por naturaleza; aflautados tontorrones que no
saben nada del ser humano, y viven atrapados en la edad media. En definitiva, luchar, porque puedan casarse,
amar carnalmente a otras personas, y seguir en su labor religiosa.
Por
parte de los sectores más conservadores y “aneuronados” de la institución, se
han escuchado cosas como: “el matrimonio gay amenaza para la humanidad”, o “el
matrimonio gay es un plan macabro para exterminar la humanidad”. Lo único que
me alegra del celibato que ostentan los señores que dijeron estas barbaridades,
es que no puedan engendrar descendencia, pues eso sí que sería una “amenaza”
para la humanidad.
Resumiendo…
¿No se supone que los curas y las monjas están casadas con Dios, y por tanto no
pueden ser homosexuales y heterosexuales? ¿Y los curas heterosexuales qué? ¿No
se sienten mal también, por haber deseado el afecto carnal de una chica?
Más
modestia por favor, y menos represión.